domingo, 29 de septiembre de 2013

PRESENCIA DE MAMÁ

Cuando papá y mamá se conocieron, ella era sacerdotisa en un templo de su pueblo natal en Japón.   Recién casados, papá aceptó el puesto de director de una de las oficinas regionales en Latinoamérica de la multinacional donde laboraba.  Al finalizar su contrato de trabajo, ambos acordaron radicarse en el país donde nacimos mi hermano mayor y yo. 
Hace cinco años mamá murió.  Papá estaba devastado y deprimido.  Su soledad se acentuaba más debido a que mi hermano y yo, luego de trabajar en los negocios de la familia durante el día, asistíamos a la universidad en la noche, regresando muy tarde.
Papá insistía en que no sentía la presencia de mamá ni en la casa, ni en su tumba.  Aseguraba que mamá había regresado al templo, que de joven, ella había abandonado por él.  Papá necesitaba estar cerca de mamá, así que volvió al pueblo de ella, para estar en su compañía.  Allí la siente en el viento, en cada campanada del templo, en cada árbol que florece, en cada ave que canta.
Mi hermano y yo decidimos volver al único lugar que conocemos como hogar, al lugar en donde nuestros recuerdos sienten la presencia de mamá.

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